Para que los las grasas de la dieta puedan ser transportadas por la sangre, es necesario que se unan a unas estructuras que las "solubilicen" en el plasma, denominadas lipoproteínas. Estas proteínas unidas a los lípidos, intervienen de forma importante en su metabolismo y distribución a los
distintos órganos y tejidos corporales.
Las lipoproteínas se pueden
clasificar en:
Quilomicrones
(QM). Son sintetizados exclusivamente en las células mucosas
del duodeno y yeyuno, transportan fundamentalmente triglicéridos (TG) y tienen una vida media de unos pocos minutos.
Lipoproteínas de muy baja
densidad (VLDL). Las VLDL exportan los TG sintetizados por el hígado a otros tejidos en ayunas y periodos interdigestivos.
Lipoproteínas
de baja densidad (LDL). Las LDL son las responsables del transporte del
60-70 % del colesterol total circulante. Su catabolismo es muy importante, ya
que las concentraciones elevadas de colesterol y de LDL se correlacionan estrechamente
con la incidencia de enfermedad coronaria. Su vida media es de 2.5-3.5 días y
presentan receptores específicos en la superficie de muchas células, que
regulan con precisión el catabolismo de colesterol en un gran número de tejidos
y de esta manera evitan una acumulación extra de colesterol en las células
Lipoproteínas
de alta densidad (HDL). En realidad constituyen una mezcla heterogénea de
macromoléculas que se diferencian en el tamaño de partícula. Las HDL se originan esencialmente en
hígado e intestino y desempeñan un papel fundamental, en concreto el transporte del colesterol desde las células periféricas al hígado, de donde
puede ser eliminado por vía biliar. Esta vía previene la acumulación de
colesterol en el organismo y justifica la relación inversa entre niveles
circulantes de HDL y el riesgo de enfermedad cardiovascular.
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