Los frutos secos forman parte de la
historia de la alimentación humana. Gracias a sus aportes energético y
nutritivo, aún hoy forman parte de nuestra dieta. Su contenido nutritivo es, en
gran parte, el responsable de la protección frente a las enfermedades cardiovasculares.
En esta función juegan un papel importante las grasas que lo constituyen, dado
que suelen tener un contenido en ácidos grasos saturados inferior al 10 % y son
ricos en grasa insaturada (ácidos oleico y linoleico). Las avellanas, las
almendras o los pistachos son ricos en ácidos grasos monoinsaturados,
mientras que las nueces, además, son
ricos en ácidos grasos poliinsaturados.
Los frutos secos presentan también
otros rasgos nutritivos característicos. Tienen una concentración en proteínas
elevada, una baja concentración de hidratos de carbono (con la excepción de la castaña), un
contenido en fibra considerable (de 6-15 g/100 g de fruto seco) y, además, presentan cantidades considerables de
vitaminas, minerales y otros compuestos fitoquímicos con efectos saludables
sobre nuestro organismo.
El efecto del consumo de frutos secos
sobre la salud ha sido ampliamente estudiado. Los primeros estudios
mostraron un marcado efecto de protección cardiovascular que investigaciones
posteriores han corroborado, demostrando su poder hipocolesterolemiante y su efecto
antioxidante en el organismo. En la actualidad se siguen investigando sus propiedades
y ya hay en marcha ensayos que han comenzado a dilucidar sus efectos en la
protección contra el cáncer
y la diabetes.
Fuente: Tratado de Nutrición (2010). Prof. ángel Gil Hernández. Ed. Médica Panamericana (2ª Edición).
No hay comentarios:
Publicar un comentario